lunes, 31 de diciembre de 2007

Se hace de todo, hasta las cosas más absurdas, para huir de su propia alma. Se entrega uno a la práctica del yoga en todas sus modalidades, se acatan dietas alimenticias, se aprende de memoria la teosofía, se repiten los textos místicos de toda la literatura mundial por no entenderse consigo mismo y por no tener la más mínima fe en que algo útil pueda sacarse de nuestra propia alma… Cuanto más lejos y extraordinario, mejor.
C. G. Jung, Psicología y Alquimia





lunes, 24 de diciembre de 2007

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.

Mario Benedetti

domingo, 23 de diciembre de 2007

una historia verdadera

hermosísima película de David Lynch con hermosísima música de Angelo Badalamenti.

La noche de los feos

1

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

"¿Qué está pensando?", pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"

"Sí", dijo, todavía mirándome.

"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."

"Sí."

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."

"¿Algo cómo qué?"

"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

"Prométame no tomarme como un chiflado."

"Prometo."

"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"

"No."

"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

"Vamos", dijo.


2

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

Mario Benedetti

moviento búsqueda de calor

miércoles, 19 de diciembre de 2007

sábado, 15 de diciembre de 2007

Bajo la lluvia
cosas mínimas
Blanca Gómez, Blancucha

el perdón

la misión, la conquista del alma

Después de enrolarse para la conquista de América, meterse en una armadura, matar indios, caer en la cuenta de su error, sentir profundo y verdadero arrepentimiento, decidir dedicar su vida a Dios, cambiar la finalidad de su viaje de conquista de tierras a conquista de almas, cargar por kilómetros y kilómetros de selva con la pesada y simbólica carga de su armadura,

amar a los indios, amar a los misioneros, amar a Dios,

fue perdonado.

Por los indios, por los misioneros, por Dios, por sí mismo.

Y así fue que pudo al fin empezar una vida nueva.

viernes, 7 de diciembre de 2007

el miedo de Pablo, el deseo de Francisco de sanar su alma

Todos me piden que dé saltos,
que tonifique y que futbole,
que corra, que nade y que vuele.
Muy bien.

Todos me aconsejan reposo,
todos me destinan doctores,
mirándome de cierta manera.
Qué pasa?

Todos me aconsejan que viaje,
que entre y que salga, que no viaje,
que me muera y que no me muera.
No importa.

Todos ven las dificultades
de mis vísceras sorprendidas
por radioterribles retratos.
No estoy de acuerdo.

Todos pican mi poesía
con invencibles tenedores
buscando, sin duda, una mosca,
Tengo miedo.

Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.

Por eso en estos cortos días
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo,
Pablo Neruda.

Pablo Neruda






Señor, haz de mí un instrumento de tu Paz
Donde haya odio, que yo lleve el amor.
Donde haya ofensa, que yo lleve el perdón.
Donde haya discordia, que yo lleve la unión.
Donde haya duda, que yo lleve la fe.
Donde haya error, que yo lleve la verdad.
Donde haya desesperación, que yo lleve la esperanza.
Donde haya tristeza, que yo lleve la alegría.
Donde estén las tinieblas, que yo lleve la luz.
Oh Maestro, haz que yo nunca busque
Ser consolado, sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino yo amar.
Porque es dando como se recibe;
Es perdonando, como se es perdonado;
Y muriendo, se resucita a la Vida Eterna.

Amén.

S Fco de Asís

martes, 4 de diciembre de 2007

Frida y los recuerdos en La Puntilla





Recuerdo.

Debo haber tenido seis años cuando viví intensamente la amistad imaginaria con una niña... de mi misma edad mas o menos. En la vidriera, del que entonces era mi cuarto, y que daba a la calle Allende, sobre uno de los primeros cristales de la ventana, echaba "baho". Y con un dedo dibujaba una “puerta”... Por esa puerta, salía en la imaginación, con una gran alegría y urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lecheria que se llamaba PINZÓN... Por la O de PINZÓN entraba y bajaba intempestivamente al interior de la tierra, donde "mi amiga imaginaria" me esperaba siempre. No recuerdo su imagen ni su color. Pero Sí sé que era alegre, se reía mucho. Sin sonidos. Era ágil y bailaba como si no tuviera peso ninguno. Yo le seguía en todos sus movimientos y le contaba mientras ella bailaba, mis problemas secretos. ¿Cuáles? No recuerdo. Pero ella sabía por mi voz todas mis cosas...

Cuando ya regresaba a la ventana, entraba por la misma puerta dibujada en el cristal. ¿Cuándo? ¿Por cuanto tiempo había estado con ella? No sé, pudo ser un segundo o miles de años... Yo era feliz. Desdibujaba la puerta con la mano y “desaparecía”. Corría con mi secreto y mi alegría hasta el último rincón del patio de mi casa, y siempre en el mismo lugar, debajo de un árbol de cedrón, gritaba y reía. Asombrada de estar sola con mi gran felicidad, y el recuerdo tan vivo de la niña. Han pasado 34 años desde que viví esa amistad mágica y cada vez que la recuerdo se aviva y se acrecenta más y más dentro de mi mundo

"Frida Kahlo" (de su diario íntimo), 1950

lunes, 3 de diciembre de 2007

lobo instinto vs fiera depredadora

(encontré este lobo con carita de pena en un baño público. Los ojos son tornillos, la nariz dos agujeros con óxido alrededor y las orejas y las manchas son manchas de cigarro)



Todas las criaturas deben aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no será capaz de transitar con seguridad dentro de su propio bosque sin ser devorada. Entender al depredador es volverse un animal maduro que no es vulnerable por ingenuidad, inexperiencia o tontería.
Una persona predatoria abusa del jugo creativo de una mujer, tomándolo para su propio placer o uso, dejándola en blanco y preguntándose qué sucedió, mientras que ellos mismos se vuelven de alguna manera más vigorosos y robustos.El patrón de ceder la vida central de uno pudo haber comenzado en la infancia, fomentado por guardianes que deseaban los dones y la belleza de la niña para acrecentar el propio vacío y hambre de los guardianes. Por lo general, una mujer con buenos instintos sabe que el depredador se encuentra cerca cuando se descubre involucrada en una relación o situación que provoca que su vida se vuelva más pequeña en vez de más grande.
Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de Barba Azul. Se casan siendo aún ingenuas en cuanto a los depredadores, y eligen a alguien que resulta ser destructivo para sus vidas. Están decididas a curarlo con amor. De alguna manera están jugando a la casita. Se podría decir que han pasado demasiado tiempo exclamando: En realidad su barba no es tan azul.

Aunque podría ser la pareja misma de la mujer quien la denigra y desmantela su vida, coincide con el depredador innato dentro de su propio psique. Mientras la mujer sea forzada a creer que no tiene poder, y/o sea entrenada a no registrar conscientemente lo que ella sabe que es verdad, los impulsos y dones femeninos de su psique seguirán siendo asesinados.La engañosa promesa del depredador es que la mujer se convertirá en reina de alguna manera, cuando de hecho se está planeando su asesinato. Existe una salida de todo esto, pero uno deberá tener una llave.La llave es tanto el permiso como la aprobación de conocer los secretos más profundos y oscuros del psique, en este caso ese algo que negligentemente denigra y destruye el potencial de una mujer.
Plantear la pregunta apropiada es la acción central de la transformación —en los cuentos de hadas, en el análisis y en la individuación. Las preguntas son las llaves que hacen que las puertas secretas del psique se abran de par en par.¿En dónde piensas que está esa puerta, y qué podría haber del otro lado?¿Qué hay detrás de lo visible?¿Qué hace que esa sombra se asome en la pared?¿Qué cosa no es como parece?¿Qué es lo que yo sé en lo profundo de mis ovarios que desearía no saber?¿Qué parte de mí ha sido asesinada o yace muriendo?
Quienes han de desarrollar la consciencia buscan con afán todo lo que yace detrás de lo fácilmente observable: el chirriar invisible, la ventana sombría, la quejumbrosa puerta, el filo de luz bajo el alféizar. Buscan con afán estos misterios hasta que la substancia de la materia se abre ante ellos.En lugar de desdeñar al depredador del psique o huir de él, lo desmembramos.Desmantelamos al depredador oponiéndonos a sus peroratas con nuestras propias verdades nutridoras. El depredador: Nunca terminas lo que empiezas. Tú: Termino muchas cosas. Desmantelamos los ataques del depredador natural tomándonos a pecho y trabajando con lo que es verdad en lo que dice el depredador y luego descartando el resto.
Lo desmantelamos manteniendo nuestras intuiciones e instintos, y resistiéndonos a sus seducciones.
Cuando nos rehusamos a albergar al depredador, se extrae su fuerza y es incapaz de actuar sin nosotros. Cuando el energum psíquico deldepredador se disuelve, puede ser moldeado para otro propósito. Entonces nos convertimos en creadores; la substancia prima reducida se vuelve la materia de nuestra propia creación.La rabia del depredador puede convertirse en un fuego del alma para realizar una gran labor en el mundo. La astucia del depredador puede usarse para inspeccionar y entender las cosas a cierta distancia. La naturaleza asesina del depredador puede usarse para matar aquello que debe morir apropiadamente en la vida de una mujer, o a lo que ella debe morir en su vida externa.

"Mujeres que corren con los lobos", Clarissa Pinkola Estés

sábado, 1 de diciembre de 2007