domingo, 19 de julio de 2009


Deme una tarta de nata . No se preocupe  por el colesterol. Olvídese de mi peso. Yo asumo la responsabilidad. Sí, démela bien cargada, llenita de nata. Y deme una cucharilla pequeña, la más pequeña que tenga en la cocina. La comeré entera en minúsculos bocados, conciente de que así durará una eternidad. Lameré completamente la cucharilla cada vez. La aplastaré entre la lengua y el paladar. Cuando me sienta saciada continuaré cucharita a cucharita  excavando en el untuoso paisaje del plato grasiento, hasta que no quede nada. Lameré el plato. No me importará que me miren los demás clientes. Ni un solo trazo blanco azucarado quedará en él. Y luego me levantaré, despacio, pesada, arrepentida de haber pasado de rosca la tuerca del placer. 

No importa. Tráigame la tarta.


No hay comentarios: