martes, 31 de mayo de 2011

lo más liberador: romper con nuestros propios esquemas


"Tienes toda la razón... desde tu punto
 de vista" (Paul Watzlawick)

Todo nuestro cuerpo experimenta siempre la intensa sensación de que tenemos razón, y así suele ser... desde nuestro punto de vista. Y por eso intentamos imponer a los demás nuestras ideas, a veces con una furia desbordante. Muchos libros llevan por título frases del tipo "cómo convencer a los demás", pero no existe ninguno que se titule "cómo ser convencido". Lo encontraríamos ridículo... ¿Para qué nos vamos a dejar convencer si son los otros los que están equivocados?
En realidad, lo absurdo es defender a capa y espada nuestras convicciones. Tenemos que ser muy conscientes de cinco características que poseen nuestras certezas y veremos lo patético que a veces suele ser nuestro férreo convencimiento. Nuestros esquemas mentales son:

1. Relativos. Lo que pensamos depende, por ejemplo, de nuestro lugar de nacimiento. Las religiones son un claro ejemplo. Así, al defender nuestra fe, a veces incluso con bombas, en el fondo es como si estuviéramos defendiendo que nuestro lugar de nacimiento es el correcto. ¡Cuánta sangre se ha derramado dentro de este saco ilógico!
2. Rígidos. Pensamos en blanco y negro. En los cuentos infantiles encontramos los malos y los buenos. Y crecemos y en el fondo seguimos pensado así. Una señora de unos 80 años me comentaba respecto a la guerra entre palestinos e israelíes: "Yo ya me he perdido, ¿quiénes son los buenos?". Claro que tenemos la capacidad de matizar, pero a nuestro cerebro le encantan las cosas claras y ordenadas. Los matices nos impiden encasillar, y con todo desordenado nuestras neuronas no se encuentran tan cómodas. La duda es lo que menos soportan, porque es el principal obstáculo para poner orden. Así que siempre elegimos las certezas. ¿Salir de dudas? Lo sabio es ¡salir de certezas!
3. Limitados. La especie humana suele ser bastante prepotente porque no somos capaces de ver la limitación de nuestro propio cerebro. Nuestras neuronas no pueden entender algo que no hayan visto antes. ¿Acaso alguien puede lograr imaginarse que antes del Big Bang no existía ni el espacio ni el tiempo? ¿Alguien puede entender, como afirma la física cuántica, que las partículas pequeñas no están ni aquí ni allí, sino que solo se concretan en un espacio cuando las miramos? Como muy irónica y acertadamente declaraba el premio Nobel Niels Bohr, "si alguien no se queda confundido con la física cuántica es porque no la entiende".
4. Invisibles. Un cuadrado blanco no se puede ver encima de un fondo blanco. Muchos de nuestros valores y creencias, como son compartidos con el resto de individuos de la sociedad, tampoco son visibles. Solemos tener como un huequecito dentro; siempre notamos que nos falta algo, y eso que nos falta creemos que está en el futuro y por eso corremos tanto para llegar a él. Esta creencia es compartida por la mayoría. Imaginemos una sociedad donde se viviera más que el presente y no estuviéramos tan encarados al futuro, donde la gente anduviera tranquilamente por las calles. Si entre esta calma apareciera uno de nosotros con el motorcillo que llevamos dentro, esa persona destacaría. Probablemente al ser su comportamiento diferente al resto se plantearía si está actuando bien. No revisamos nuestras creencias por la sencilla razón de que a veces son invisibles.

5. Blindadas. El caso de los Reyes Magos es una creencia hermosamente blindada. Cuando los adultos metemos la pata mil veces ante los niños, cuando se nos escapa, por ejemplo, que hemos ido a comprar los regalos, ¡no suele pasar nada! Les encaja tan poco lo que decimos con sus creencias que ni lo procesan. Cuando una persona confía en su pareja y esta le es infiel, suele ser la última en enterarse; como todas las posibles pistas no encajan en sus creencias, caen en saco roto. Cuando esas creencias se rompen, es cuando decimos que se nos ha caído la venda de los ojos.
Los tozudos siempre suelen ser los demás. Los vemos siempre más rígidos e inflexibles que nosotros. Claro que no es así. Para comprobar nuestras propias rigideces basta con pensar de cuántas formas podríamos acabar esta frase: "A mí no me podrían convencer de...". Por ejemplo: de que Dios existe, de que mi partido político no es el mejor, de que mi objetivo no es el que me conviene... Juguemos con esta frase un rato y nos sorprenderemos de con cuántas inquebrantables certezas vivimos.
...
Lo más liberador que existe en esta vida es romper con los propios esquemas. De repente, el mundo se vuelve más ancho. Es la experiencia más lúcida posible.
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8 comentarios:

gemma dijo...

Atados a nuestras certezas ¡qué pobres! ¿ verdad? que artículo tan atinado has colgado Rosita. Un beso

Rosa Marrero dijo...

un beso, reguapetona! (certeza mía)

Mari Triqui dijo...

ummmmm qué interesante!! voy a leer el resto...
Besitos

Yoly dijo...

No queda duda que el mejor amigo o el mayor enemigo somos cada uno de nosotros. Fácil solución...

Rosa Marrero dijo...

que estén cercano hace que sea fácil, al revés. pero no hay que aflojar, al toro por los cuernos!

Yoly dijo...

Ya, no es que sea fácil, (uff, para nada), pero siempre es mejor que esté en ti, que no en los demás. Uno se trabaja a sí mismo. Sólo la idea te da impulso!! Rosita eres especial!

Anónimo dijo...

si se dan atenciones y cariño, recibes afecto y amor.si damos odio e indiferencia, recibimos lo mismo. la pobreza no es la falta de dinero, la pobreza verdadera es la falta de comprension entre las personas, la ira hace mal a la salud, el rencor arruina el higado y las amarguras envenenan el corazon.todo esto lo he leido y a mi me ha servido para plantearme, demasiadas cosas. y es que de que nos quejamos si la vida nos da tantas opotunidades de empezar desde cero.

Rosa Marrero dijo...

quería decir que "que estén cercanos NO hace que sea fácil"
(fe de errata)