jueves, 9 de agosto de 2007

abrigadoras



Las mujeres del pueblo se reunían cada tarde en la plaza. Con la llave de hierro abrían la puerta del campanario. Allí, al lado de la escalera de caracol, estaba la manta. Había que sacarla con cuidado, ya casi no cabía por la puerta.
Entre todas la situaban en el centro de la plaza y con el mimo de un paracaidista que pliega, la desplegaban poco a poco. Extendida era una manta redonda inmensa, hecha de muchos colores, de muchas lanas, de muchos puntos de aguja, de muchas alegrías y muchas lágrimas, de tantas y tantas tardes.
Ceremoniosamente cada una se situaba con su aguja y su nuevo ovillo en algún punto del perímetro y retomaba la tarea donde otra lo dejó la tarde anterior.
No tardaban en sacar los termos de chocolate caliente, los trozos de tarta de manzana, las galletas recién hechas. Y ponían música. Y, sin soltar la aguja, bailaban, cantaban, contaban chistes (inventaban pasos de baile, inventaban letras para las canciones, inventaban anécdotas para reír, inventaban nuevos puntos para la manta). Y seguían tejiendo, sin parar, hipnotizadas,
para darse calor unas a otras,
para arropar a sus niños,
para cubrir a sus hombres náufragos,
para calentar sus propias almas.

dibujos y texto: Rosa Marrero

2 comentarios:

Ester García dijo...

Por alguna razón que no sé, siempre entro en tu otro blog, pero me ha sorprendido éste: fotografía, poesía (me apasiona) dibujo (me apasiona aún más si cabe)
Es estupendo Rosa. Como tu gusto por las pequeñas cosas...

:)

Un saludo!

Adijirja dijo...

Para la exposición de septiembre en el CICCA??? Con estos adelantos haré lo posible para no perdérmela.
Un abrazo.