viernes, 4 de mayo de 2012

La Gota


 
La Gota

Yo llamé a Daniel sin saber quién era. Luego nos conocimos y me envió La Gota por correo. La gota resbaló dentro de mi casa dejando un hilo húmedo en la esquina de la estantería, en la puerta de la nevera, en la lámpara. Al final cayó en el papel blanco que la absorbió por completo. Mentira. Cuando se secó se evaporó hasta el techo de nuevo y siguió su recorrido. Es sólo que desde entonces el papel supo cuál era su destino.
La gota del texto de Daniel no para de viajar dejando a su paso un pequeño movimiento de circunstancias. Pequeño. Todo lo grande empieza por algo pequeño.
Yo quise dibujar con poco, sólo 3 colores: azul, sepia, rosa, al fin y al cabo no era una aventura de vaqueros, ni un cuento de hadas, sólo la historia de una gota que da lugar a otras pequeñas historias, pequeñitas, cotidianas, un niño llora, un perro ladra, un hombre se estremece. Y despacio, rayando líneas que se superponen despacio. Necesito despacio. Fuera necesito despacio porque dentro algo ya va muy rápido.
Y entonces veo su sombra que atraviesa el papel, sigue por la mesa y continúa por el suelo. Es una bruja. No, es Mary Poppins. No, es Colette, una historia sobre la felicidad.
Y la dibujo volando sobre las palmeras. A ella le gustó y siguió rondando por allí, volando como vuela todo cuando dibujo. Cuando dibujo, de repente, aviones cruzan el cielo, un globo atraviesa una nube y personas sin alas saben volar.
La mujer del paraguas decidió quedarse hasta el final y despedirse silenciosa, tranquila, sabedora de que la historia no acaba en la última página, igual que no empieza en la primera.
Yo, después de dos páginas a tres colores tuve que añadir más: ocre, celeste, carmín. Ellos me pidieron colaborar. Y yo no pude negarme.
La gota visitó un cedro (¿cómo es un cedro? Google Imágenes), un trigal, vio un lagarto, un pinzón azul, un pastor belga (¿cómo son un pinzón azul y un pastor belga? Google Imágenes) hasta que decidió volver a la nube de la que salió. Pero ya era otra nube. Todo era otra cosa. Lo único que no cambia es que todo cambia, decían los chinos de antes. Los de ahora ya no se acuerdan.
Nosotros, Daniel, Verónica y yo hicimos el libro. No fue fácil. Yo nunca estaba contenta. Dicen que los ilustradores nunca están contentos. Hasta que me obligué a estarlo. Y lo estuve.
Y luego vino lo de la presentación. ¡Glub!.Yo creía que no era capaz, que eso que otros podían era un imposible para mí. Pero luego, a empujones, conseguí inventarme que sí, que podía. Me lo inventé igual que inventé un paraguas, una madre, una caseta de perro. Y lo hice, en voz alta, en público: presenté mi parte. Increíble. ¡Carajo, esa gota tan pequeña, a saltos de causa y efecto, con su voluntad de cambiar las cosas, todo lo que movilizó!

Presentación de La Gota 
en la Feria del Libro, 
Las Palmas, mayo 2012