El escritor y filósofo italiano Umberto Eco (1932) ha dicho:
“Con la modernidad se empezó a relacionar la belleza
con el arte. Para los griegos, la
belleza era el sol, el mundo; el arte era hacer bien las cosas; no se
diferenciaba el arte del trabajo artesanal. Para los modernos, el arte
creaba la belleza. Cuando llegaron las vanguardias, llegó la disociación
de esos términos: antes era posible enamorarse de una mujer pintada por
Ingres porque era bella, pero, por el contrario, es difícil enamorarse
de una mujer pintada por Picasso. Tras esa disociación, el sentimiento
de belleza se ha escapado del círculo de la filosofía para pasar al
mundo de la comunicación de masas. Todavía la mejor respuesta sobre la
belleza es la de Kant: cualquier cosa que se contempla con placer con
independencia de su interés material. Por ejemplo, se puede desear a
Nicole Kidman sin tener nada que ver con su estética; sin embargo, no
deseamos a la Gioconda. La belleza consiste en el placer de ver o
escuchar cualquier cosa sin necesitar poseerla”.
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