


Entre todas la situaban en el centro de la plaza y con el mimo de un paracaidista que pliega, la desplegaban poco a poco. Extendida era una manta redonda inmensa, hecha de muchos colores, de muchas lanas, de muchos puntos de aguja, de muchas alegrías y muchas lágrimas, de tantas y tantas tardes.
Ceremoniosamente cada una se situaba con su aguja y su nuevo ovillo en algún punto del perímetro y retomaba la tarea donde otra lo dejó la tarde anterior.
No tardaban en sacar los termos de chocolate caliente, los trozos de tarta de manzana, las galletas recién hechas. Y ponían música. Y, sin soltar la aguja, bailaban, cantaban, contaban chistes (inventaban pasos de baile, inventaban letras para las canciones, inventaban anécdotas para reír, inventaban nuevos puntos para la manta). Y seguían tejiendo, sin parar, hipnotizadas,
para darse calor unas a otras,
para arropar a sus niños,
para cubrir a sus hombres náufragos,
para calentar sus propias almas.
dibujos y texto: Rosa Marrero
2 comentarios:
Por alguna razón que no sé, siempre entro en tu otro blog, pero me ha sorprendido éste: fotografía, poesía (me apasiona) dibujo (me apasiona aún más si cabe)
Es estupendo Rosa. Como tu gusto por las pequeñas cosas...
:)
Un saludo!
Para la exposición de septiembre en el CICCA??? Con estos adelantos haré lo posible para no perdérmela.
Un abrazo.
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