A
partir de ahora, la mayor hazaña, la más bella, que tendrá que llevar a
cabo la humanidad será la de responder a sus necesidades vitales con
los medios más simples y más sanos. Cultivar un huerto o entregarse a
cualquier actividad creadora de autonomía será considerado un acto
político, un acto de legítima resistencia a la dependencia y esclavitud
del ser humano.
lo que hago, lo que encuentro, lo que me gusta, algún paseíto, la búsqueda de mentiras que valen la pena (Sabina), el deseo de habitar el tiempo (Silvio)
domingo, 21 de abril de 2013
sábado, 20 de abril de 2013
Carta de un abuelo
Perdonen
las demás abuelas y abuelos el atrevimiento de escribir esta carta
también en su nombre. A partir de seis décadas de edad, la opinión común
nos conoce y considera como mayores, ancianos, viejos.
Tengo que decir que ninguno de esos calificativos me molesta, porque
aprendí a vivir en la realidad y he asumido que soy mortal, en parte
desde luego; además de que, siendo abuelo, puedo también ser más sabio.
Me dirijo, desde mis sesenta y siete agostos, a mis nietos; pero también
a todos los nietos de los abuelos como yo.
Es
cierto que al llegar a estas alturas (o bajuras, según se mire) se
tiene la sensación de que, “bóbilis bóbilis”, la vida se pasa como un
soplo, “le souffle du printemps”, del Werther de J. Massenet, que
cantaba, sin igual, nuestro paisano Alfredo Kraus. A Vds., queridos
nietos, les acompaña también el mismo soplo primaveral de la vida. Pero
tengo que añadir que la larguísima inspiración vital, que precede al
soplar, ha sido y sigue siendo, para mí, maravillosa. Y ha sido a base
de inspiraciones y de “souffles” que he llegado a ser abuelo. Siento
mucho y no entiendo ni acepto que para otros abuelos y abuelas como yo,
en África, en América o aquí mismo en nuestra casa canaria, la
inspiración de la vida no sea en absoluto placentera y que, por
consiguiente, la vida no sea para ellos un soplo de primavera. Son las
incomprensibles contradicciones del escándalo metafísico, de la
injusticia social y cósmica, de la que todos somos relativamente
responsables. No se desanimen por ello, yo tengo la esperanza de que
Vds. intentarán, de verdad, transformar esta sociedad dolorida, en otra
sociedad solidaria y de mayor disfrute. En todo caso, queridos nietos,
no se apunten nunca a políticos corruptos, ni a gobernantes cínicos y
engreídos, ni a banqueros usureros, ni a curas pederastas, ni a obispos
inquisidores, ni a hombres maltratadores, ni a dentistas para
millonarios, ni a madres chantajistas. Tampoco se apunten a papas
infalibles, ni a ayatolaes endiosados, ni a sectas salvadoras, ni a fans
de estereotipos televisivos hechos de retales y de zurcidos.
Miren, tres cosas les pido, queridos nietos, desde mi atalaya de abuelo: una, que no cultiven el olvido, otra, que alimenten el agradecimiento y la tercera, que consoliden el amor libre.
En primer lugar, el olvido. El olvido es un virus portador de desgracias y de muerte. Olvidar es como no querer tener historia, siendo así que todos somos seres históricos. Olvidar es darle un golpe bajo a nuestra conciencia de identidad, que siempre es una conciencia histórica, por eso es cierto aquello de “dime lo que olvidas y te diré quién eres”. No olviden las raíces que los agarran a esta Tierra canaria, que es para Vds. el territorio de su propiedad, porque ignorar y no cultivar esas raíces es crecer sin seguridad, sin energía y sin sentimiento de pertenencia, lo cual es muy peligroso. No olviden la prosa y la poesía que nos dejaron nuestros escritores y escritoras; las riquísimas comidas de nuestras abuelas; la emocionante música de nuestros compositores; la cálida artesanía de nuestros bordados, calados, cerámica; el apasionante divertimento de nuestras verbenas y romerías. No falten, queridos nietos y nietas, a la Rama de Agaete, ni a la fiesta del Charco en La Aldea, ni a la del Carmen en La Isleta, ni a la fiesta del almendro en flor en Valsequillo, ni a la fiesta del Pino en Teror, ni a la del Cristo en Telde, ni a la fiesta del Rosario en Vegueta, ni a la de La Naval en el Puerto. Tenemos muchas fiestas más, búsquenlas y no dejen de gozárselas. Siéntanse orgullosos de haber nacido en Canarias, trepen a la frondosa flora canaria y coman con satisfacción de sus frutos. Encontrarán naranjas y mandarinas almibaradas de la Higuera Canaria (envidia de Valencia), mantecosos aguacates y mangos de Mogán, plátanos perfumados de Bañaderos, cremosas papas paisanas de Fataga, embriagadoras aceitunas amargas de Santa Lucía, tomates sabrosos de Las Tirajanas, castañas oportunamente otoñales de San Mateo y muchos frutos más que les invito a que Vds. descubran haciendo giras a nuestros pueblos. No olviden los frutos de nuestra cabaña, les recuerdo, especialmente, nuestros quesos. D. Gregorio Marañón, inolvidable médico, escritor, historiador y científico español, fallecido en 1960, siendo un reconocido amante de los quesos, dijo que como el de flor de Santa María de Guía en Gran Canaria, nunca había probado un queso. Visiten, queridos nietos, nuestros pueblos queseros, que los hay en cantidad y calidad envidiable, échense un pizco de queso, mojado con una copita de vino canario, en cualquiera de los cafetines de nuestros pueblos y sabrán lo que significa paladear con disfrute. Rescaten, vivan, transmitan y defiendan su historia canaria, su cultura canaria, su arte y sus letras canarias. Admiren y veneren las costas y las playas, el sonoro Atlántico de Tomás Morales, las montañas de Néstor Álamo, los valles, los bosques y los barrancos de Gran Canaria. ¡No olviden que Canarias es su casa y su pueblo, que Vds. tienen que cuidar y que embellecer! Por favor, y por el bien de todos, ¡no se olviden que pertenecen al pueblo canario! Tampoco se olviden de los demás pueblos, de las demás tierras, de las demás culturas: ábranles el corazón y los brazos, respetando y exigiendo respeto, amando y exigiendo amor. No se olviden que la gente canaria es hospitalaria, porque los demás también fueron y son hospitalarios con nosotros; pero no se olviden que ya nos hemos dejado depredar, humillar y absorber más de una vez, ¡que eso no ocurra más nunca! ¡No se olviden!
La segunda cosa, queridos nietos, es que sean agradecidos.
¡Fíjense bien en la cantidad de cosas por las que tendríamos que dar
gracias, a la vida o a Dios, a quien cada uno quiera! Ya sé que, a
veces, suceden cosas por las que nos vienen ganas más bien de maldecir,
no de agradecer. Maldecir la maldad no es malo; sino muy coherente y muy
útil. Lo mismo que bendecir la bondad es muy bueno y saludable. Pues
agradezcan y bendigan todo lo bueno que somos y todo lo bueno que nos
rodea. Quizás, haya pocas técnicas relajantes más eficaces que la acción
de gracias, por ejemplo, dense un paseo por la ciudad, por la costa o
por el campo, dando gracias a la vida por lo bueno que encontramos en
nuestro camino. No se olviden que “es de bien nacidos ser agradecidos”.
Les sugiero que escuchen con atención y en actitud relajada, el gran
himno humanitario de la chilena Violeta Parra, “Gracias a la vida que me ha dado tanto”. Nuestro
pueblo canario siempre tuvo fama de ser un pueblo agradecido, en mis
oídos resuenan aún con claridad las voces de mis abuelos y de mis
padres, cuando exclamaban con frecuencia y con naturalidad: ¡todo va bien, gracias a Dios!
Den gracias a la vida por la Tierra en la que Vds. nacieron, por su
inmenso mar, por su benigno clima, por sus playas, sus montañas, por su
gente, por sus ciudades y pueblos, por sus tradiciones y sus fiestas.
Den gracias por los primeros habitantes de nuestra Tierra, por aquellos
antepasados nuestros que fueron conquistados por la fuerza, diezmados y
asesinados muchos, colonizados todos, pero que nos transmitieron una
Tierra y un Mar maravillosos, sin huella de maltrato. ¡Recuerden,
veneren y den gracias a aquellos antiguos canarios y defiéndanles del
injusto y mortal olvido! Nosotros hemos maltratado la herencia limpia
que nos dejaron, yo espero que Vds., queridos nietos, reparen lo que
nosotros no hemos querido cuidar. ¡Sean siempre agradecidos!
La tercera cosa que les pido, queridos nietos, es que sean gente de amor libre,
que consoliden su libertad ante el sistema, ante este nefasto paradigma
que ha creado una sociedad de desiguales, sin amor: prepotentes unos y
víctimas otros; gozosos unos y dolidos otros. ¡Opónganse con toda la
fuerza del amor libre a cualquier desigualdad, a cualquier
discriminación de las personas! Esto sólo se consigue con el amor que, o
se da entre iguales o hace iguales a los que creen no serlo. ¡No se les
ocurra nunca creerse desiguales en dignidad y en esencia a nadie!
Apóyense en la potencia de su amor libre y no rían nunca las gracias ni a
los banqueros ni a los políticos. No aplaudan que los banqueros ganen
más que los mineros; ni que los futbolistas ganen más que los
pensionistas. ¡No es justo, no hay derecho que los ladrones del mundo
ganen “legalmente” lo que, en realidad, roban! ¡Sean libres y valientes ante la banca, les aseguro que es la mafia usurera de nuestro tiempo!¡Reivindiquen, también, su libertad ante los partidos políticos! No
se hipotequen afiliándose a ningún partido, mantengan su voto siempre
liberado. ¡Decidan, por favor, la definitiva muerte de los partidos
políticos, son las sanguijuelas y las pirañas de la democracia! Ellos
son la trampa, bien preparada, de una democracia falsa y peligrosa. Si
alguien quiere gobernar que se busque su equipo y que se presente en
campaña electoral, sin el disfraz paragüero de ningún partido; sino con
su programa por delante y a cara descubierta, para que los ciudadanos
sean libres de votar a quienes quieran y de retirar el voto cuando dejen
de merecerlo. Después de tantos años peinando canas y viendo lo que he
visto, yo les digo que el nuevo paradigma u orden mundial tiene que
pasar por la desaparición de los partidos políticos, que son las cuevas
de Alí Babá que inventó esta pseudo democracia. En cualquier caso, ¡no negocien nunca con el amor libre!
Seguramente,
queridos nietos, habría podido elegir otras cosas que pedirles o habría
podido sumar otras más a las tres que les he pedido. Realmente, al
preguntarme ahora por qué elegí esas tres, no sé responderme, lo cual me
hace concluir que ha sido mi yo inconsciente el que cortó el bacalao.
Por ello me alegro. De todas formas, estoy sintiendo que tengo ganas de
escribirles otra carta, porque se me han quedado varias cosas en el
tintero y espero que Vds. tengan la paciencia de leerla.
En fin, queridos nietos, por el momento tengan presentes estas tres cosas: no se olviden de quiénes son, sean agradecidos y vivan como gente de amor libre, es decir, sin miedo. Para acabar, les pido que respeten y veneren a los abuelos, no nos arrimen en las esquinas, porque a estas alturas ya no somos CRIANZA; sino GRAN RESERVA y Vds. saben que sólo los mentecatos desprecian un vino añejo.
de Jaime Llinares Llabrés, en su blog Pázemas
jueves, 11 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
lunes, 1 de abril de 2013
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